Pandemia, ansiedad y cambios existenciales

Estamos viviendo una época durísima, donde la realidad es (como comenté varias veces con amigos y conocidos) un escenario de ciencia ficción. Una distopia.

Esbozo de la situación

La característica principal de esta época es la incertidumbre: no sabemos lo que va a pasar en el futuro cercano. Siempre fue difícil predecir el futuro, pero últimamente parece aún más elusivo.

El cambio tecnológico ha acelerado el cambio social en general. Como resultado, no existen más los empleos seguros ni tampoco un sector a prueba de balas de la economía, que parezca ser una apuesta segura en el largo plazo. Los sectores rentables y los que generan empleo van rotando, con rapidez. Y uno de los problemas es que las habilidades requeridas para entrar a esos empleos cambian con mucha velocidad.

Podríamos decir que la frase de Heráclito: Nadie se baña dos veces en el mismo rio nunca fué más cierta que ahora: todo es cambio, un cambio vertiginoso.

Agreguemos a eso el cambio disruptivo que produce la actual pandemia del Covid-19 en la sociedad. Cambios en los hábitos de vida. Esto ha acelerado el cocooning (la tendencia moderna de la gente a encerrarse en sus casas). Era una tendencia de fondo que ya se venía dando, pero que los mandatos de quedarse en casa obviamente aceleraron.

Los que vivimos en Argentina, además, tenemos otra fuente más de incertidumbre: la cambiaria. La depreciación permanente del peso hace que nos resulte más difícil hacer planes a futuro y plantear escenarios.

Entonces, recapitulando, las tres fuentes de incertidumbre actuales son (de la más importante a la menos importante):

El cambio tecnológico

Ya se ha escrito mucho sobre esto. Lo que más me interesa es su impacto en el mundo del trabajo y en los hábitos de consumo.

En la práctica, lo que se está dando es que cuando los negocios o empresas de un determinado sector de la economía tiene la desgracia de ser tocados por la varita mágica del cambio tecnológico, si no se adaptan muy rápido (uno o dos años) se funden.

Es así. Uno o dos años. No hay más plazo de gracia. Quienes no se adaptan, son limpiados impiadosamente por el cambio. Pensemos en las agencias de viajes (reemplazadas por los sitios como Booking o Despegar). Los bancos, según ellos mismos admiten, serán reemplazados por las Fintech. Quizás se siga usando la palabra banco, pero la experiencia del usuario será muy distinta (y los pocos empleados que necesitarán, tendrán un perfil muy diferente a los actuales).

El cambio de hábitos post-covid

El cambio más importante, que probablemente llegó para quedarse, es el work from home o teletrabajo. El mayor ancho de banda (velocidad) de Internet y la disponibilidad de computadoras en prácticamente todos los hogares de clase media, hace que ya sea factible deslocalizar todo el trabajo administrativo. Los empleados pueden estar en cualquier parte del mundo. Y dentro de un país, en cualquier ciudad, siempre y cuando tengan conectividad, electricidad, una laptop y un lugar físico para trabajar (una habitación es suficiente).

Las implicancias de esta des-localización del trabajo son enormes. En base a lo que estoy leyendo que sucede actualmente en Estados Unidos, la gente está emigrando desde las ciudades grandes hacia ciudades más chicas o pueblos. Incluso se podrá tener un trabajo administrativo y vivir en el campo, o en un lugar alejado.

La tendencia actual (ya irreversible) hacia la "oficina sin papeles" no hizo más que facilitar este cambio, la deslocalización. Ya no hace falta más el papel físico para darle validez a algo. Se reemplaza con documentos electrónicos. Y esos documentos son transmitibles en forma muy fácil por la red, hacia donde quiera que esté la persona. ¿Qué significa esto? Ya no hacen más falta las oficinas. Los edificios de oficinas, como tendencia inmobiliaria, y como negocio, van a morir.

¿Y qué más va a morir con ellos? La necesidad de vivir en ciudades para tener un trabajo de oficina, o intelectual (escritor, periodista, programador de software).

Alrededor de esos edificios de oficinas florecían numerosos bares, kioscos y pequeños restaurants. Es dudoso que todos ellos sobrevivan al cambio de tendencia que se está iniciando. Esto va más allá del Covid. Y va seguir sucediendo (la tendencia a emigrar de las ciudades) incluso cuando el Covid se termine.

Debo decir que, pese a su impacto económico, esta nueva tendencia me parece más saludable. La migración de las ciudades de vuelta al campo, o a los pueblos más pequeños. Es como una vuelta a la naturaleza, pero en un entorno cibernético. Una extraña paradoja. Estaremos trabajando en un entorno totalmente virtual, de teletrabajo y remoto. Hablando por Zoom (o la aplicación que lo reemplace en pocos años) con nuestros jefes y compañeros de trabajo remoto. Escribiendo en una computadora con la última tecnología. Pero, al terminar, abriremos la puerta de la casa y ahí... en vez de una ciudad gris y contaminada, veremos el campo, una montaña o un lago. Me gusta la idea.

Para los que digan que la conectividad no nos permitirá hacer eso: es sólo cuestión de tiempo. La conectividad inalámbrica de los celulares es cada vez mejor. El 5G nos dará capacidades como las que estoy describiendo, dentro de poco. En cualquier lugar donde haya señal celular. También es posible que la Internet satelital (como la red Starlink que está desarrollando Elon Musk) posibilite escenarios así: tener Internet de alta velocidad en el medio de la nada, o en pueblos muy pequeños.

Tema cambiario en Argentina

Veníamos hablando de temas del futuro, del siglo XXI, y me tengo que detener a hablar de este problema recurrente que tenemos en Argentina. Primitivo. Es triste tener que seguir hablando de lo mismo. Pero lo voy a tocar porque vivo en Argentina, y sería poco realista ignorarlo. Para los que estén leyendo este artículo desde otro país: pueden saltearse este párrafo.

El tema cambiario, en realidad es el problema de la depreciación constante del peso. Que nos atormenta desde que nací, en la década del 70. Y creo que empezó mucho antes, probablemente en la década del '50, con el peronismo. Nunca más lo pudimos solucionar. Pero es solucionable. Sólo hay que tener verdadera voluntad de hacerlo y explicarle bien a la gente qué tipo de sacrificios se requieren. Para que acepten las soluciones necesarias.

Acá en Argentina, se plantea cómicamente como el aumento del dólar cuando en realidad el problema, como sabemos, es la depreciación del peso. Algo que puede ser fácilmente constatado: si comparamos los valores del Euro, el Real brasileño o hasta el Peso chileno veremos que también "aumentan rápido". No es el dólar, es el peso argentino que cae de valor. Por eso es un poco cómica la obsesión nacional con el dólar, y cómo se obsesiona la gente cuando no consigue el billete físico. Cualquier otro bien que no se deprecie serviría como reserva de valor, no sólo el dólar.

Para que el peso argentino deje de caer, hay que tener un presupuesto nacional equilibrado. Nada más y nada menos. Se equilibra el presupuesto (esto significa, en criollo: no se puede gastar más de lo que se recauda en impuestos). Como en una casa que no se quiera endeudar. Si se hace eso, se termina la inflación.

Ah, pero para nuestros políticos y funcionarios es imposible. Cercionaría muchos "derechos". Es mejor seguir con el estado actual de las cosas, así nos terminamos de empobrecer todos y seguimos obsesionados con el dólar. En fin. No me explayaré más sobre el tema, porque es tan simple y burdo que cuesta creer que no puedan solucionarlo.

El problema (entre otros) es que los dólares, o cualquier otra divisa extranjera (el yuan chino podría ser otro ejemplo), son necesarios para adquirir los bienes que no producimos acá, adentro del país. Que son muchos: la mayoría de los bienes tecnológicos y maquinaria que posibilitan la vida moderna. Así que, o equilibramos el presupuesto de una vez por todas, o volvemos a vivir como en el siglo XIX, porque no vamos a poder comprar nada. Cuba es un buen ejemplo de lo que nos espera si no logramos hacerlo: edificios viejos, todo roto, autos de la década del '60 y gente viviendo en la pobreza, sólo con lo básico para no morir de hambre. Venezuela, otro ejemplo cercano.

Lidiando con todo esto

Desde el punto de vista mental, para las personas que estamos atravesando todos estos cambios, el estrés es muy grande. También cuesta ordenar los pensamientos, poder enfocarse en soluciones, en cosas concretas para hacer. ¿Qué marco mental podemos tener como individuos, en este mundo tan cambiante? Para darle sentido, pero no sólo un sentido teórico: para tomar decisiones prácticas.

Pienso que es importante filtrar la información todo lo que se pueda. Vivimos en una época de sobrecarga de información. Esto estresa. Y la mayoría de la información es inútil, sensacionalista y amarillista. Busca asustarnos y generar el click-bait.

También está el problema de las fake news, las noticias falsas. La mayoría de las noticias que nos lleguen por whatsapp y redes sociales, podemos asumir que son falsas. Está estadísticamente comprobado. Aunque nos la envíe un familiar que nos quiere, un amigo de confianza. La mayoría son falsas.

Esta falsedad de las noticias tiene que ver conque están redactadas de una forma muy emocional, que busca provocarnos indignación o entusiasmo excesivo. Buscan la reacción emocional, no racional. No la reflexión pausada (que sí se puede encontrar aún, en ciertos diarios tradicionales y en los libros). La persona que nos reenvía estas noticias falsas actúa por pura reacción emocional. Y en esta época es demasiado fácil reenviar.

Volviendo a lo de antes: filtrar la información todo lo que se pueda. Con escepticismo. Actitud científica, cuando se pueda. Dudar antes que creer ciegamente en lo que leemos o vemos en un video.

También una actitud filosófica: reposo, tomar distancia de los hechos. Reflexionar. Cierto aislamiento ayuda, cierta desconexión deliberada, varias horas al día. Para que no nos domine la ansiedad.

Personalmente, me gustan mucho las filosofías estoica y budista. Ambas hacen hincapié en buscar la paz mental, y en cierto aislamiento. Buscar que las emociones no nos manejen. La serenidad, la mente. Antes que el miedo y las emociones. Antes que sucumbir a la histeria colectiva.

Ese es el marco mental que creo que se necesita en estos tiempos: escepticismo, filtrar muy bien nuestras fuentes de información. Ante la duda, consumir menos cantidad antes que más. Buscar el equilibrio estoico y budista.

Tampoco ignorar los cambios. Leer ciertos ensayos como este que modestamente estoy escribiendo, seguir blogs de gente inteligente. Buscar análisis macro, más pensados, y menos noticias sensacionalistas. Tratar de dilucidar las grandes tendencias de cambio que se están dando en el largo plazo, nos ayudará a buscar nuestro lugar en todo este caos. Para bien o para mal, es el mundo en el que seguimos viviendo. Conviene entenderlo, pero con calma, distancia escéptica, y sin dejar que las emociones nos dominen.


(C) 4 de Octubre de 2020, Alejandro Moliné.

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