Un hack de productividad

"Sólo fracasas si dejas de escribir." - Ray Bradbury

Cabaña de escritor
La cabaña del escritor, un ejemplo analógico para aislarse del resto del mundo, y poder escribir en paz.

El problema de las distracciones

Como muchos de ustedes leyendo este artículo, trato de hacer trabajo intelectual. Quiero decir: trabajo creativo, y que requiere concentración.

En mi caso es escritura creativa (como esto que están leyendo) y programación de computadoras , lo cual implica escribir código. Para ambas cosas, es muy importante concentrarse, y no ser interrumpido. ¿Por qué? Porque las interrupciones cortan el flujo de pensamiento. Es como que estás en el medio de una idea (una idea para escribir algo, o una forma particular de resolver un problema: un algoritmo). Entonces la interrupción te saca de esa zona zen en la cual sólo te importaba tu idea y las ganas de plasmarla, y pasás a otra cosa. Tu mente pierde el enfoque en lo que estabas tratando de hacer.

Se han hecho estudios neurológicos sobre cómo nuestra mente presta atención. Resulta que:

Entonces, queda en claro que el aislamiento, incluso la posibilidad de aburrirte un poco, es importante, cuando estás haciendo algo creativo. Porque las ideas originales fluyen cuando estás aburrido. Y en la sociedad actual, parece que, por el contrario, le hemos declarado la guerra al aburrimiento. Como si fuese algo malo. No tengo nada para hacer, es la frase típica.

Y ¿qué pasa en ese momento? Tenemos un montón de dispositivos para divertirnos:

Queda bastante claro que no tenemos que usar ninguna de esas cosas, si queremos que nuestra escritura creativa avance, o que nuestra mente acepte concentrarse en ese algoritmo o ese código que no alcanzamos a resolver. Es mucho más gratificante ponerse a mirar fotos en Instagram de cómo nuestros contactos están cocinando tortas o bailando solas como locas durante el período de encierro obligatorio. Además nos van a dar ganas de comentarles sus estados, cómo no, con alguna frase ingeniosa y brillante, sobre lo que pensamos de tan elevadas actividades.

Y así, de una forma imperceptible, vamos a entrar en el circuito de estímulo-recompensa de la dopamina. La gratificación instantánea casi siempre le gana a la gratificación más difícil y de largo plazo. En este caso, la gratificación de terminar de escribir un artículo para su publicación, de terminar de tunear ese programita de computadora para que ande sin errores. De terminar de leer ese libro que nos habíamos prometido cerrar esta semana.

La década de los '80 al rescate

Vinilos
Discos de vinilo, por poner un ejemplo de algo retro y analógico.

¿Qué? Venías hablando de una cosa y ahora metés la década del '80. Ponete de acuerdo. Esto no tiene nada que ver con lo de más arriba...

Paciencia. Ahora les voy a mostrar la relación (un poco forzada, quizás) entre estas dos cosas. Reconozco que soy un poco retro y a veces idealizo demasiado las décadas de los '70 y '80, pero bueno. Acá va el razonamiento. Quédense dos minutos más conmigo, que ya cierro el concepto.

En los '70 y '80s, todo era analógico, o sea lo opuesto, o mejor dicho, lo anterior, a lo digital que usamos ahora. Bien.

Ahora fíjense en la lista de distracciones que enumeré más arriba. ¿Notan algo en común en todo eso? Son todas digitales. Eureka.

Entonces, hay que bloquear todo lo digital. Al menos por esas horas en que queremos ser realmente productivos intelectualmente. Voy a refinar un poco más el concepto: En realidad no estoy diciendo bloquear absolutamente todo lo digital, sino específicamente todas las distracciones que dependen de la conexión a Internet. Que, en esta época y lugar, son el 90% de las distracciones.

Lo ideal, sería irse realmente a una cabaña del escritor, como la que muestro en la foto de más arriba. Idealmente nos aislaríamos en una cabaña en una montaña por una semana, un mes o el tiempo que fuese necesario. Y bajaríamos de la cabaña con la barba crecida (o el pelo crecido y despeinado, las mujeres) con nuestra obra maestra bajo el brazo, y una sonrisa triunfal. Cual Moisés bajando del monte Sinaí.

Pero, admitiendo que realmente me encantaría poder hacer eso, nuestros recursos de tiempo y dinero suelen ser más modestos. Así que por ahora, vamos a tomar como algo equivalente el retroceder en el tiempo a los '70 y '80. La era de la radio analógica, la TV en blanco y negro y los discos de vinilo. Sólo existían los libros en papel, olvídense de los libros electrónicos también.

Imagínense que somos un escritor generando nuestro proceso creativo en ese entorno. No existe ninguna de las distracciones digitales que enumeramos más arriba. El smartphone, esa droga adictiva, que captura permanentemente nuestra atención, tampoco existe. La productividad crece de forma exponencial en un entorno así, se los aseguro.

Desenchufando

Es bastante obvio cómo podemos lograr todo eso en la época actual. Tenemos que desenchufarnos de Internet. Ya que el 90% de las distracciones, como enumeré más arriba, dependen de ella.

Router apagado
El router apagado, mientras escribo esto. La capa de suciedad es opcional.

Tranquilos. Sé que la mayoría de ustedes no sobrevivirían (psicológicamente) más de dos o tres días desconectados de Internet. Dios no permita que se vayan a perder esas cadenas de videos cómicos que nuestros compañeros del trabajo y estudios nos envían a cualquier hora del día, por whatsapp. No estoy proponiendo una desconexión permanente, sino temporaria.

Todas las horas que estamos trabajando en eso que necesitamos escribir, o programar, o pintar para los que estén en artes plásticas, hay que desenchufarse. Y acá no hay grises. No funciona decir no voy a entrar a tales sitios, no voy a chequear el Instagram mientras esté haciendo esto. La dopamina, la gratificación instantánea de ver los likes y comentarios, va a ganarle a nuestra fuerza de voluntad. El deber ser sucumbe ante la gratificación fácil. Así que no nos vamos a arriesgar.

Hay que aplicar la fuerza bruta. En este caso, hay que desenchufar el router. Se queda toda la casa sin Internet por dos o tres horas. Y se acabó. Cuando quieras abrir el navegador para entrar un ratito a Youtube, no va a funcionar. Y eso te va a recordar por qué está apagado, porque tenés que completar otra cosa antes. Ya no hay excusas.

El celular, la droga mayor, la más peligrosa, tenés que dejarlo lo más lejos posible de tu vista, mientras estás trabajando en tu obra maestra. Idealmente, apagado (podés aprovechar para ponerlo a cargar). Listo.

El mundo analógico es nuestro aliado, para las tareas que requieren concentración. Imaginate que viajaste en el tiempo y estás otra vez en los '70 o en los '80. No importa si no viviste esa época, es más: mejor aún. Imaginate que estás en el mismo mundo donde transcurre la serie Stranger Things. En ese mundo y con esas herramientas (y no las de ahora) te las tenés que arreglar para escribir tu artículo o libro, pintar tu cuadro, hacer tu escultura, o terminar de hacer andar ese programa.

Una pequeña salvedad: la computadora sí está permitida, para escribir. Pero desconectada de Internet. No estoy diciendo que hagas todo en una máquina de escribir mecánica. Vas a poder usar la laptop, pero con el procesador de textos más simple y con menos distracciones que consigas. Idealmente, con fondo negro y letra de una sola tipografía. (Otra vez, como si estuvieses escribiendo en los '80: los primeros procesadores de texto eran así). No te distraigas cambiando las tipografías mientras estás escribiendo. Ya habrá tiempo de embellecer todo cuando termines.

Cuando empecé a aplicar este hack de productividad, noté que lograba terminar en dos o tres horas, tareas intelectuales que antes me llevaban días. O que nunca lograba terminar, por falta de concentración.

Como efecto secundario no deseado, noté que me quedaba sin música mientras escribía o leía algo importante. Porque generalmente escucho toda la música con apps que se conectan a Internet, principalmente radios on line o Spotify. Pero apliqué mi propio consejo: viaje mental hacia los '70 u '80 mientras estás escribiendo. ¿Cómo escuchaban música en ese entonces? Con la radio tradicional, la radio analógica. Siempre tenemos en casa algún aparato viejo que todavía puede sintonizar radio con la antena, a la manera clásica. Y eso es lo que estoy escuchando ahora. No es tan mala como pensé.

Bueno, ese es el consejo. Pruébenlo, y después me cuentan si les funcionó.


(C) 27 de Abril de 2020, Alejandro Moliné.

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